Introducción
Tenemos la mala costumbre de acordarnos de Santa Bárbara sólo cuando truena. En este caso, como el presente otoño es lluvioso, los agricultores pueden sembrar y hay níscalos para dar y tomar, parece que se nos acaban los problemas con el agua. Sin embargo, sólo hace un par de meses estábamos temiendo lo peor: embalses al mínimo, ambiente seco por doquier. Los problemas del agua no se acaban porque venga un otoño húmedo. España se encuentra en una zona muy frágil y expuesta a la aridez. Todos los indicadores nos anuncian que la tendencia no va precisamente a mejor. Por eso es importante, como expone en este artículo la profesora Pérez Zabaleta, que asumamos una cultura de protección del agua como un recurso escaso y precioso: que sepamos todos que con agua podremos mantener una mínima calidad de vida, pero sin ella seguro que no.
Agua y presas en el Siglo XXI
El agua es un elemento esencial para la vida. Bajo este evidente hecho se ha ido conformando en todas las sociedades una gestión del agua que varía notablemente de unos lugares a otros pero que ha intentado proporcionar soluciones a los problemas de escasez y de calidad. La gestión del agua, en la mayor parte del siglo XX y de los países, se ha llevado a cabo a través de políticas de oferta. Éstas han consistido básicamente en proporcionar dicho recurso en la cantidad y calidad requerida por los usuarios, utilizando las técnicas disponibles y sin tener en cuenta el coste de las mismas que ha sido asumido, generalmente, por la Administración.
Nos encontramos en España con el país de mayor número de presas por habitante del mundo, pero el agua sigue siendo escasa, sigue encontrándose mal repartida y su calidad es, en algunos casos, deficiente. Pero así como en otros países como los Estados Unidos y, concretamente, en California, se ha llegado a diagnosticar el fin de las grandes presas, en otros, como España, seguimos planteándonos su construcción. Y nos seguimos preguntando: ¿Hacen falta más embalses? Teniendo en cuenta los números, podríamos decir que no; sin embargo, las generalizaciones ocultan siempre los casos concretos y dificultan, en ocasiones, la comprensión de algunos problemas.
En el siglo XXI, el marco social, cultural, institucional, económico ha cambiado. Existe una mayor conciencia social de la importancia del medio ambiente y de su conservación, los pueblos desean el crecimiento pero bajo el paraguas de la sostenibilidad, se ha creado una nueva cultura del agua que implica la protección del recurso y de los ecosistemas, y las autoridades supranacionales están dictando orientaciones y normativas que acarrean un cambio en la gestión del agua.
En la Unión Europea, la Directiva Marco del Agua determina un antes y un después de la política del agua de los países. Una política cuyo objetivo es la protección del bien, y que implica, en la gestión, una valoración ambiental y económica, incorporando al anterior modelo de gestión de oferta, la gestión de la demanda. Bajo esta nueva perspectiva es cómo se deben valorar proyectos de la envergadura del embalse de Bernardos 550 Hm3, mayor que la presa de El Atazar de Madrid en 125 Hm3, pero que inunda el doble de hectáreas.
Los opositores de las grandes obras públicas aducen entre sus argumentos los elevados costes sociales, medioambientales, pérdidas económicas, etc. Los que apoyan estos proyectos solo se preocupan de justificar el coste y de los beneficios económicos que se pretenden obtener. Algunos de los costes son de difícil cuantificación, como los medioambientales, ¿cuánto vale un bosque, la fauna o el hábitat de una zona que se va a inundar como consecuencia de la construcción de una presa? También existen interrogantes en cuanto al cálculo de los beneficios. No obstante, actualmente se dispone de técnicas que permiten realizar estimaciones bastante certeras.
La tan preciada agua debe proporcionarse a los ciudadanos de forma que éstos tengan en cuenta su valor económico. En este contexto, la recuperación integral de costes, preconizada por la Directiva Marco de Agua, en el precio del agua debe presidir cualquier proyecto de abastecimiento de agua futuro.
Hemos comenzado el siglo de la sostenibilidad y ello implica valorar, tanto desde el punto de vista de la calidad como desde el económico, así como la participación ciudadana. Bajo esta nueva cultura del agua es como tenemos que afrontar las preguntas: ¿Cómo resolver el problema del agua? ¿Cuáles son las alternativas?
Profesora Titular de Economía Aplicada UNED
Vocal del Consejo Nacional de Agua